31 de agosto de 2010

Regalo

Para un consuelo muy grande
 
debió ser que llegara.

 
  


Cuesta no imaginar cómo sería 
verlo entrar por la puerta,
los crujidos, 

no me refiero al oso de felpa, 
enormemente abrazable,
sino al terso, inmaculado papel
donde iba envuelto

*