Kjersti Annesdatter Skomsvold
"Cuanto más deprisa voy, más pequeña
soy"
Siempre
me ha gustado terminar las cosas. Los calentadores de orejas, el invierno, la
primavera, el verano, el otoño. La vida laboral de Epsilón. Resolver y acabar.
Y esta impaciencia tuvo sus consecuencias el día que Epsilón me regaló una
orquídea para mi cumpleaños. No era lo que más me apetecía que me regalaran,
nunca le he visto la gracia a las flores, porque de todos modos acaban
marchitándose. Mi mayor deseo era que Epsilón se jubilara. “Pero es que
necesito un sitio libre de...”, y pareció que iba a decir “la soledad a dúo”, pero me dijo “de la
desnudez”. “¿Te estás refiriendo a mí?”, le pregunté. “No menciono nombres”,
respondió.
Así que empecé a desnudarme para la
orquídea, los capullos no tardaron en florecer y la planta se llenó de flores
rosas. “Quisiera que tuvieras el mismo efecto en mí”, dijo Epsilón.
La orquídea venía con un manual de
instrucciones donde aconsejaba podarla después del florecimiento, así volvería
a florecer a los seis meses. Yo miraba la orquídea todos los días preguntándome
si tardaría mucho en perder las flores. Al final no aguanté más: Será mejor
acabar con esto de una vez, me dije a mí misma antes de cortar todas las
flores. No dejé más que dos finos tallos.
“¿Qué ha pasado aquí?”, preguntó Epsilón
al volver del trabajo. “Había que hacerlo --respondí—.No quería perder las
flores. Pero no te preocupes, dentro de seis meses, en otoño, volverá a
florecer. Si hubiera esperado más, habríamos corrido el riesgo de que no
floreciera hasta el invierno”.
Pero pasó el otoño, el invierno y el
verano, y las flores no volvieron; la orquídea estaba muerta. Para mi siguiente
cumpleaños, Epsilón me regaló un cojín decorativo.
Al
parecer,
la vida está construida de tal forma,
que nadie puede llenarla solo,
a las flores
no les basta con tener pistilos y estambres,
y un insecto,
o la brisa,
deben introducir el pistilo en el estambre.
la vida está construida de tal forma,
que nadie puede llenarla solo,
a las flores
no les basta con tener pistilos y estambres,
y un insecto,
o la brisa,
deben introducir el pistilo en el estambre.
La vida es igual,
contiene su propio vacío,
que sólo otro puede llenar.
Al parecer,
el mundo es la suma de esos otros;
y sin embargo no sabemos,
ni nos dicen,
que nos complementamos mutuamente.
Vivimos de forma desperdigada,
ignorándonos unos a otros.
A veces
nos permitimos encontrar desagradable
la presencia del otro.
Un tábano,
bañado de luz,
se acerca volando a una pequeña flor.
Yo también he podido serlo,
sin saberlo,
el tábano de alguien.
Quizás tú también
has sido alguna vez
mi brisa